A bordo de una andoriña


Néstor García


 

Barca de los sueños ajenos; 
ausencia de patrón certero. 
Surcos absurdos sobre el mar muerto.

 

La obra como obertura es la mejor de las presentaciones. Con estas letras, últimas moradoras de mi vomitario, me (re)presento. Mi proceso creativo guarda similitud con el automatismo psíquico y, en consecuencia, se podría hablar de surrealismo poético o poesía surrealista. André Breton, en el manifiesto surrealista de 1924, dice que el surrealismo es “automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito […] el funcionamiento real del pensamiento”. Mi pensamiento dominante plumífera de pesados tintes. 

 

La erección de tu corazón no perdura, 
la eyaculación de tu voz no alcanza. 
El orgasmo de tu alma te colapsa, 
la penetración del amor no te traza. 
La lascivia de tu vida yace fría. 

 

Continúa Breton: “Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral”. Las palabras irrumpen en mi tranquilidad. Lo que sigue me sobrevino una noche en medio del sueño ligero, dibujadas entre veladuras de mi ensoñación: 

 

Mofa de mosférica. 
Arqueo leve de ceja, 
histeria desmedida. 
Materia gris sobre la mesa.

 

Escribo por necesidad, el placer aparece o desaparece, juega con la desesperanza. La sonoridad de una palabra retumba en el eco interno como respuesta a un quebranto sucedido o por suceder, real o supuesto. 

 

Tiéndeme sobre el telar y rasga mi piel
como si de un delicado calado se tratase.

 

Dibújame tus mejores bordados soñadores,
unámonos con cada puntada de dolor y sangre.

 

Deshiláchame la sonrisa;
Hiláchame el corazón;
Deshiláchame el alma.
Hiláchame los bezos; 
Deshiláchame la voz. 

 

Libérame del festón que me mantiene preso,
embellece mis alas de aterciopeladas escamas imbrincadas. 
 

Néstor García