Los abismos de cal


Jonay Cabrera González


«Me gustaría dedicar estos versos a mi amigo del alma Aurelio, conservo en la memoria cuando recién entraba en la calle Icod, donde vivías y no era bien recibido por los perros callejeros que la custodiaban. Por tantos momentos vividos, también “sufridos”, gracias».

NO TE LLAMO PATRIA

No te llamo patria, pues dejas aisladas las dudas de gentes sin pan. No te llamo patria, porque mi casa, inundada por su techo de cartón, se derrite y queda soldada al barro del suelo. 

No te llamo patria, porque las calles que conducen al colegio, son  barrancos interminables que acaban en féretros clasistas. No te llamo patria, porque solo tengo una camisa, roja si se le mira desde lejos, blanca si se le obliga a empuñar espada. 

No te llamo patria, pues veo a las madres lavar en las aceras estrechas, y a los hombres tragar unas promesas que nunca llegan. No te llamo, porque en tu bandera, no pintan los colores del pueblo, ese pueblo forjado con penas y llantos libertarios. 

No te llamo patria y disculpadme, pues aunque mis pies descalzos, acaricien estas llanuras, será mi locura, será mi memoria nostálgica, pero no serás nuestra patria, hasta que de tu vientre hinchado nazca la libertad, hermana de la igualdad, que tanto deseamos ver con ojos de esclavos.

González Cabrera, Jonay. Los abismos de cal. Puerto del Rosario, Fuerteventura: Servicio de publicaciones, 2020. 

Jonay Cabrera González

…Y allí nací yo: donde las señoras mataban gallinas para cocinarlas junto a arroz  blanco, en un caldero con años de candelas a sus espaldas, para comer todos juntos,  sin distinción; el flaco, el gordo, el alto, el bajo, único requisito tener hambre…
  Jonay Cabrera González
Finca España, San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, 1992
“No te llamo patria” es el intento de reflejar mediante la siempre finita expresión escrita, la voz de los más necesitados de atención. Devorados por la ferocidad evolutiva de las ciudades, con sus competencias, sus prisas, sus grupos selectos, nos vimos obligados a permanecer alejados, batallando no solo con el desprecio e indiferencia del otro sector poblacional, los llamados «acomodados», sino también con la vida en sí. Esa profunda reflexión en la que sientes cómo la vida pasa a tu alrededor, sin apenas rozarte, sin ofrecerte una sola oportunidad, esa vida es el símil a la patria, ¿de quién es esa patria? Porque desde luego, mía no es, pues poco se hace por aquellos que nacemos bajo condiciones menos favorables, que en no pocas ocasiones hemos de sufrir las injusticias, el recelo y la crítica. 
Jamás te llamaré patria —escuchadme bien— jamás te llamaré madre patria hasta que trates a tus hijos por igual. Es inconcebible que tengas favoritos y repudiados por tu sistema.  

Jonay Cabrera González