UNO
La madrugada del domingo 29 de junio de 1980, Teresa Greene sufrió un ataque de arrepentimiento que la conmocionó hasta el punto de hacerle vomitar sin tregua una angustia que creía haber enterrado unas horas antes. Recordaba muy bien la fecha porque fue la noche de su boda. Sentada en el borde de la cama de una suite del Palace, desnuda y moviéndose solo al compás de las arcadas, sentía la fuente abierta del amor fallido mientras observaba el cabello brillante de su esposo que dormía ajeno a ella, ajeno al brote de lamentación demoledora que Teresa Greene padecía al saberse ya casada con el hombre equivocado.
Quevedo García, Francisco Juan. El dulzor de la tierra, Premio Benito Pérez Armas 2005, (Tenerife, CajaCanarias, 2007; 2ª ed. Las Palmas de Gran Canaria, Cam-Pds Editores, 2015).
Les presento el párrafo inicial de El dulzor de la tierra, una novela saga que reconstruye la historia de una familia acomodada de Las Palmas de Gran Canaria, desde los años setenta a la actualidad. La familia, de origen británico, son los Greene y, a diferencia del patrón común en nuestra cultura tradicional, está regida por un matriarcado, bajo la férrea disciplina de mano de hierro de doña Catalina Greene. Esta mujer de carácter impenetrable asume el mando de la familia y sus negocios desde que, casi una niña, su madre —eso le cuentan— se fuga de su casa con un peón de La Parra, una finca de viñedos situada en la zona vinícola del Monte. Deja a sus dos hijos y a su marido, don Nicanor, que desde entonces aguarda diariamente el regreso de su esposa, la mujer más hermosa que vieron ojos en la isla. La vergüenza traspasa la coraza de esa niña que vive, desde el abandono de su madre, con la espada de la deshonra familiar. Por eso, la educación de sus tres hijas se hace sobre la premisa de la rigidez, solo la menor, Teresa, tiene los arrestos suficientes para, en ocasiones, sortear y enfrentarse a su madre; incluso con el apoyo callado de su padre, que es un ser mefistofélico, que ha vendido su alma a doña Catalina Greene, su esposa, por obtener la posición social que siempre soñó.
Teresa es el otro gran baluarte de la novela. Odia a su madre y ese odio la lleva a la rebeldía. Uno de sus actos de rebeldía es mantener una relación con Alberto, un joven de los barrios bajos de la ciudad, cuya madre trabaja de sirvienta en la casona de los Greene. Solo por hacerle daño a su madre. Esta no lo soporta y corta de cuajo la relación enviando a su hija a una institución privada en Londres. Allí, Teresa, con el frío londinense quebrándole los huesos se da cuenta de que Alberto no fue solo un pretexto, y que probablemente de existir el amor, lo que sentía por aquel muchacho enteco y de flequillo indomable era justamente eso.
Estos son los dos grandes polos argumentales de la novela. Por un lado, la historia de una familia cubierta por la vergüenza, que conduce con firmeza una mujer que parece carecer de sentimientos, doña Catlalina Greene. Por otro lado, la historia de amor de su hija Teresa y Alberto, dos series distanciados por clases sociales y por el muro infranqueable de doña Catalina Greene. Para desarrollar estas historias el relato recorre más de treinta años, en los que la narración absorbe los cambios sociales y políticos de la sociedad española. En cuanto al espacio, la obra se desarrolla en tres núcleos: en Las Palmas de Gran Canaria, Londres y Madrid. La estructura de la novela se ciñe a ese periodo de, aproximadamente, treinta años que recorre, aunque se subrayan dos partes diferenciadas: la vida de Teresa antes de su boda y la que vive tras su matrimonio. A estas dos partes se le añade el “Epílogo con tres cartas”, donde se resuelve el desenlace de la novela y se descubre un suceso trascendente para evaluar en su justa medida la historia de esta familia, los Greene.