Un día, cargada de cosas que dejé atrás, quise ser capaz de pintar algo que nunca había hecho antes y, por amor al reto y la necesidad de lograr algo distinto, tomé el desafío de dirigirme a estos espacios abiertos. Pero mi mirada no se dirige al horizonte, se queda en las orillas tratando de plasmar ese instante tan cambiante en el que una ola, siempre obedeciendo a la luna, se desliza sobre la superficie de esa arena negra que tanto nos identifica, dibujando un blanco encaje o estrellándose contra la roca basáltica de nuestro litoral.
Existe una implacable observación del paisaje como referente del lugar donde vivo, porque la mirada de un artista no consiste solo en poner sus ojos a trabajar, es el resultado de su lucha personal por entender lo que ve. Me limito a describir lo que para mí es la realidad presente o pasada sin imponer una visión crítica, ofreciendo formas nuevas desde donde mirar la belleza, esa inutilidad tan necesaria para nuestro espíritu y, por otra parte, esencia genuina del ser humano. Ernst Fischer dice que “no existe arte sin una participación apasionada en la realidad que se quiere representar… en ella se expresa la actitud del artista, el punto de vista que adopta para valorar el mundo y la realidad, para apreciar lo que se debe tener como esencial y lo que se debe desechar como accesorio”.
Desplazamientos incesantes, lugares y no lugares, itinerarios rememorados y, en medio del viaje, la búsqueda del agua que deja su memoria cartográfica visible sobre nuestras orillas. Quiero expresar el movimiento, esa tensión irregular y temporal de las mareas. Se trata de construir y refinar las formas, los volúmenes hasta que sus tensiones empiezan a parecerse a aquellas que veía en el modelo. Busco no solo las proporciones, los ángulos, sino también las relaciones entre las superficies que retroceden y avanzan y así todas esas formas que tengo alrededor se van convirtiendo en habitantes del mundo que voy creando, en la expresión única de mi existencia. La pintura es un juego extraño. Nunca la puedes controlar del todo ni entender completamente porque no se limita a transcribir algo que está en el mundo y es ahí donde radica su magia.