La culpa es de las palabras


Olivia Falcón


Ni una gota
derramo.
Igual,
me desangro.

 

Escote

El profundo canal
atrajo su mirada,
se perdió por él.

 

El miedo
la volvió invisible.
A los 18
se hizo presencia.
Ya,
no hay
vuelta atrás.

 

Presiento, como el aire

No se ve,
no se toca,
pero
me sienten,
me respiran.
Estoy.

 

Falcón, Olivia. La culpa es de las palabras. Las Palmas de Gran Canaria: Centro Canario Estudios Caribeños, El Atlántico, Cuadernos La Gueldera, 2017.

Olivia Falcón

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo 

En frascos pequeños

 
827 palabras.
310 párrafos.
50 páginas, poco más, poco menos.
Juana Olivia Falcón Falcón
Ella es la “asesina”, pero, claro, La culpa es de las palabras, que diría la autora con su propio título y en defensa propia. Ella con alevosía y nocturnidad teje la trama.
“… Celestina / elabora el conjuro” (pág. 8).
“… siento te acercas,  con pasos quedos” (pág.9). 
Así es, así nos llega Olivia.
Sobre unos tacones imposibles / salió a pasear, / aquella mañana. / Cruzó el paso de cebra. / Al otro lado el callejón esperaba. / La hizo suya. (pág. 5).
Olivia, en su reciente singladura, atardece la metáfora, se centra en los conocimientos y la experimentación, se rodea de giros y símbolos de un singular erotismo y temeridad. No hace caso a nadie. Se viste de gala con sencillas formas de expresión, carga sus armas punzantes como delicadas dagas de palabras precisas. No, no le tiene miedo al lobo, al lobo, más de una vez, se lo ha merendado nuestra Olivia.
Dice Ansgar Larsson en un ensayo sobre la poesía europea que: “Poemas inflamados y hondos en los poetas de versos arriesgados con los que pretendían ofrecer la medida exacta del compromiso, sus preocupaciones y su arte, con ellos mismos y con la sociedad, conformaban el acervo identitario de cada uno de los escritores”. Es parte de la identidad lírica de nuestra poeta. Y además, no juega, sentencia, pequeños mantras que cercan los linderos del tiempo de su aprendizaje; así, marca el camino y da fe de un destino literario muy sentido, interesante y coherente.
Vestida solo con mi piel / la espalda te doy, amor. / Cúbreme con agasajo. (pág. 11).
“Solo con mi piel”, como apostilla desde el principio del poemario. Así traza su mapa y calcula las dimensiones de su identidad emocional, ligeramente nos marca la ruta y, sin miramiento alguno, eleva ancla y nos brinda el rumbo de sus emociones. Definitivamente estamos ante una elegante forma de expresión poética, singular, fuerte, distinta, elegante, sensible. Una maravillosa e interesante autora para tener en cuenta y, sobre todo, de ahora en adelante, mucho más en cuenta, aquí tenemos una buena muestra del “arma del delito”.
Anidan en ella / reflejos, / que a contraluz se mantienen. / Anochece / en el hueco de la escalera. (pág. 6).
Nos hace cómplices de sus encantamientos sin aspaviento alguno, desde la sencillez, desde un erotismo cargado de belleza y garra, sin más modelo que sus propias aseveraciones. Su estilo no es fruto de otros seguimientos, no es discípula de nadie ni de nadie tiene influencia. Ella ha construido su mundo a través de ella misma, del conocimiento y el estudio, desde la humildad y empeño por evolucionar cada día más, por no quedarse ni en lo sorpresivo ni en medias tintas. Olivia mantiene muy bien sujetos los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, un equilibrio poético que la define en su buena evolución.
Me domina el pudor. / No obstante, espero. / Añoro tu tacto, / sobre mi, / resbalando. (pág. 10).
Ronroneo. / En el armario del baño / tu aroma a Wild Country. / Sitiado tras el carmín, / la sombra de ojos, / el corrector de ojeras, / el rímel y el colorete. / Afuera, / no aúllan / ya, / lastimeros, / los alisios.  (pág. 17).
En el estructuralismo lingüístico, de Saussure para acá y pasando por las funciones del lenguaje de Jackobson y todas las teorías de la expresión del fondo y de la forma, sin pasar por delante de Viktor Shklovski con los ojos cerrados, desde todos los planos sintagmáticos y paradigmáticos, de todas las emociones de ida y vuelta, sabemos la importancia que tiene este mundo diverso de la poesía y su extraña explicación en los creadores. Categorías (pág. 19, 23, 27), reflexiones (pág. 30, 31, 48), sentencias (pág. 20, 22, 25), recuerdos (pág. 32, 33, 34), filosofías, connotaciones de todo tipo (pág. 42, 49), características orientales (pág. 43, 46, 49), se aúnan en un corpus literario que tenemos el placer de saborear en el presente poemario de Olivia. Un abanico de posibilidades para recrearnos en un trabajo creativo muy actual, muy distinto al resto de tantas corrientes de moda y a tantos otros autores. 
En Olivia Falcón encontramos una colección de joyas para nuestro gozo y placer, augurándole mucho éxito y todos los buenos lectores que se merece. 
Nosotros nos aliamos con el gym, los abuelos, la abuela, la estatua de sal, aquella puta ya nuestra, el “dique seco”… peldaños de un corpus poético redondo en donde nada sobra y nada falta. Algunos ejemplos podrían ser:
El te quiero / sonó extraño. / Aquella noche / pediste perdón. / Ahora, / tropiezo yo / y soy la puta. (pág. 45). De carácter jocoso y casi transgresor.
A caballo por el bosque / vagan solos / los suspiros. / En la lejanía, / un carruaje. (pág. 43). Con ese elegante marcado oriental.
Sobre la luz creída, / debe ser que ando a oscuras. / Ni tan siquiera alcanzo a ver / los grises. (pág. 36). De carácter filosófico.
Apenas le llega un roce, / la navidad rodea. / Muy de vez en cuando / el aroma a millo / tostado / del patio / de la abuela. (Pág. 33). De cariños y recuerdos.
Gesto silente. / No eres merodeador / que acecha mi espacio. / Eres tú, / amor mío. (pág. 22). De amores y nostalgias.
Hace siete años que esperaba esto, este preciso momento de lujuria y templanza en el mismo saco de virtudes, de reposados versos y sencillas estructuras estróficas en donde el tiempo ha destilado sentimientos y emociones hoy hecho poesía. 
Siete años de espera sosegada, en donde la enjundia de veinte diccionarios ha destilado el mejor licor, el mejor aroma, la mejor cadencia que nuestra escritora nos brinda.
Siete años de espera como siete días de la semana, como siete notas musicales, como siete colores del arco-iris, como los “siete” puntos cardinales a los que no les hacen falta tres. 
Y así nos deja y nos sentencia con que:
En un mar desierto y seco / dejo a la lluvia / bañando multitudes. / A cierta distancia, / resguardada, / contemplo. (pág. 46).
En frascos chicos, como el perfume, en frascos chicos como el veneno.
Bienvenida, Olivia Falcón, siete años después, siete años después y…
Que sea por muchos siglos.

Berbel