En general, soy fiel creyente de que los procesos creativos de cada persona van vinculados al crecimiento individual. Pienso que el proceso creativo al final es un reflejo de nuestra evolución interior junto con la influencia exterior. Creo que, por ello, dicho proceso puede ser cambiante. Sin duda, la escritura es algo que siento como viva. Me gusta pensar en la escritura como una manera de plasmar aquello que queremos contar sobre nuestra experiencia o aquello que descubrimos en las personas y en la sociedad:
Un total de seis ojos captan el objetivo de la cámara. 
Y no al revés.
Un total de seis ojos fotografiados
por la cámara de una forastera que se toma la libertad
de fotografiarlos.
Un total de seis piernas y seis manos
recorren la que creemos tierra de nadie
al paso seguro, un 27 de junio.
¿Cuántas veces se habrá repetido el plano del 27?
¿Cuántas veces habrán recorrido
la tierra de nadie en busca de forasteros?
¿Cuántos extranjeros creen que eso es tierra de nadie?
Segundo plano; la mirada que habla por sí sola,
las dos realidades que conviven en una.
El fino hilo que existe entre la apropiación y el respeto.
Los que ven cuerpos o los que ven personas.
Escribir, en ocasiones, puede llegar a ser una luz que alumbra todos esos vacíos y que da un poco de sentido a las preguntas existenciales que podemos llegar a tener. Para ser sincera, creo que mi primer contacto con el mundo literario fue gracias a mi madre. Todas las noches teníamos nuestro momento de intimidad en el que me leía cuentos tanto en alemán como en el canario “chapurreado” que tenía. Momento que se acabó convirtiendo en una especie de ritual que duraba casi una hora al día y que, además, disfrutaba al máximo. Luego empecé a dar sentido a mis emociones expresándolas mediante cartas. De hecho, creo que la carta, como diario íntimo, y sin yo saberlo, se convirtió en una vía de escape y en una confidente que me permitía reflejar todos los sentimientos que tenía interiorizados. Sí, es cierto que ya no escribo tantas cartas. Esto se debe a que comencé a interesarme por la poesía, que ha sido como un sustituto de la carta. Aun así, como dije antes, para mí el proceso creativo es cambiante y creo que estaré atada a las diferentes maneras de escribir y seguiré experimentando:
«Realmente le doy a mi cuerpo lo que necesita, no sé. No sé. Noches vacías, corazones vacíos. Camas completas, llenas de cuerpos extraños. Oscuridad cosmopolita. Ciudad de luces. Todas sentimos alguna vez que somos algo especial. No solo es sexo. Es más que eso. Eres especial, soy especial. Noche de luces, ciudad despierta, ojos brillantes, mentes inquietas. Te quiero ¿me quieres? Déjame decirte algo, lo sabes. No más ¿por qué finges? Siento vergüenza, aunque sé que no debería sentir vergüenza de decir lo que siento, te insisto, siento vergüenza. Música, se apagó el cigarrillo. Alcohol, me encendí otro cigarrillo. […]»
Y para poder responder a la pregunta de sobre qué temas suelo escribir, tengo que decir que disfruto mucho de mi soledad y de la naturaleza. Recurro mucho a esos temas, porque gracias a estos me cuestiono el sentido del paso del tiempo, de la vida y también de la muerte:
El mar con sus excesos de espuma blanca y cristalinas aguas,
que rompen en cualquier orilla como el paso del tiempo.
El profundo azul 
tan desconocido como la noche y tan sereno como la mañana. 
Inalcanzable inmortal que baña cuerpos que se quedaron a descansar
y nunca volvieron a la orilla de la vida.
 
Valientes navegantes de este momento, bailan con el ritmo de las olas. 
Mientras, el mar, que un día te sorprende con una calma que te abraza,
al otro te sacude, como tormenta indeleble.
Y por eso, ¿cómo son las olas?
rítmicas, grandes y explosivas o
inacabables, lentas y pequeñas.
Al igual que la vida, que a veces pasa y otras, acaba. 
Me gustaría acabar con unos versos de la obra Barranco abajo, de Yeray Rodríguez, que dicen así: “Porque este paisaje sabe / mucho más de mí que yo, / mucho antes que yo nació / y estará cuando me acabe”. Me siento muy identificada con ellos, porque en el proceso de introspección que llevo conmigo misma, una de las maneras de hacerme y crearme consciente, es mediante la observación y lo que he tenido enfrente ha sido el paisaje, tanto el natural como el urbano, sobre todo el mar, un mar al que me gusta recurrir de una o de otra manera:
Si pudiera elegir un color,
elegiría uno que fuera ruido, pero calma.
Salvaje y azul.
Siento la gravedad bajo mis pies. La profundidad. 
Ojalá tener la mitad de la fuerza que desprendes,
gozar, aunque sea, medio minuto de lo que eres.
Porque si algo das, es esto: 
Libertad como la consecuencia de lo que soy a tu lado:
Chiquita.
Mantienes mis pies en la tierra, quizá por eso te quiera tanto.
¡Mar, azul eres, y yo quiero ser contigo!

María Déniz