“Había mares mansos y océanos bravíos; y a veces, aguas de inesperados colores, tal si un arco iris hubiera bajado a bañarse con ellas”. Las palabras de este microrrelato se enredaron una mañana soleada entre mis pinceles. El mar es un paisaje cambiante, un reflejo de mi personalidad que se convierte en el ansia de trasladarlo a mis obras. La figura humana se sitúa en el espacio a veces infinito, otras veces cercano, de óleos azules, blancos y ocres, y también de tonalidades inverosímiles.
Esta exposición nos habla no solo del mar, sino también del lugar que ocupamos nosotros en él. Nos habla de espacios físicos y espirituales ante la inmensidad de la naturaleza. En los lienzos, una temática clásica se ha ido transformando y la mancha y la pincelada suelta han cobrado protagonismo en mis pinturas. Son los colores y la luz los que definen estos paisajes que comienzan a orillarse hacia la abstracción.