Su de ella obra de Pedro Lezcano Jaén

Su de Ella

2015
Técnica mixta sobre lienzo.
130 x 60 cm.

Maja ovípara obra de Pedro Lezcano Jaén
Maja ovípara obra de Pedro Lezcano Jaén

Maja ovípara

2015
Técnica mixta sobre lienzo.
130 x 200 cm.

Elongaciones antes del Té obra de Pedro Lezcano Jaén

Elongaciones antes del té

2015
Técnica mixta sobre lienzo.
130 x 60 cm.

Autorretrato de Pedro Lezcano Jaén

Ladrón de almas

2019
Técnica mixta sobre tabla.
120 x 100 cm.

Dibujos eróticos de Pedro Lezcano Jaén

Sin título

2020
Tinta china y acuarela sobre papel.
32 x 24 cm.

Dibujo erótico de Pedro Lezcano Jaén

Sin título

2020
Tinta china y acuarela sobre papel.
32 x 24 cm.

Dibujo erótico de Pedro Lezcano Jaén

Sin título

2020
Tinta china y acuarela sobre papel.
32 x 24 cm.

Dibujo erótico de Pedro Lezcano Jaén

Sin título

2020
Tinta china y acuarela sobre papel.
32 x 24 cm.

Su de Ella es la pintura que dio nombre y cartel a la exposición que tuvo lugar en el año 2016 en el Centro de Artes Plásticas de Gran Canaria. Un exposición que, debido a la atención que despertó, no estuvo exenta de estar bajo la atenta mirada del ojo crítico o estrecho, según se mire, ya que fue causa de varias reclamaciones a la institución responsable, instándola «a retirar no solo el lienzo y su banderola, sino a su autor de todo lo que tuviera que ver con la cultura o el arte». A pesar de esto, volvió a exponerse en el Centro de Arte La Recova, en Santa Cruz de Tenerife, en el año 2017, donde también tuvo una buena acogida, aunque la crítica moral siguió estando presente. Para responder a las denuncias formales e informales recibidas, su autor, Pedro Lezcano Jaén, decidió responder «dando voz a Elizabeth Costello (protagonista de la maravillosa novela de J.M. Coetzee) a través de la carta que esta le escribe a su hermana Blanche, mujer reconvertida en monja inclemente en su misión en Zululandia, horrorizada ante los andares «desnudientos» de los nativos de la aldea».

Escribe Elizabeth:

«Imagina la escena aquel día en el estudio de Correggio, Blanche. El hombre señala con el pincel. Levanta el pezón, así. No, con la mano no. Solo con dos dedos. La mujer obedece y hace con su cuerpo lo que él dice (…).

La atmósfera del estudio se electriza, pero ¿con qué? ¿con energía eléctrica? ¿Están hormigueando los penes de todos esos hombres? Sin duda. Pero también hay otra cosa en el aire. Adoración. El pincel se detiene mientras adoran el misterio que se manifiesta ante ellos: la vida fluye en un chorro del cuerpo de una mujer (…).

Cuando María, bendita entre todas las mujeres, esboza su remota sonrisa angelical y levanta su dulce pezón rosado ante nuestra mirada, está llevando a cabo un acto de humanidad (…).

Nada nos obliga a hacerlo. Pero lo hacemos, igualmente movidas por el desbordamiento, la efusión de nuestras humanidades: dejamos caer la ropa, nos descubrimos, descubrimos la vida y la belleza con la que estamos bendecidas.

La belleza. Seguramente en Zululandia, donde tienes tanta abundancia de cuerpos desnudos que mirar, debes admitir, Blanche, que no hay nada más humanamente hermoso que los pechos de una mujer. Nada más humanamente hermoso, más humanamente misterioso que la razón por la cual los hombres quieren acariciar sin cesar, con pinceles, cinceles o manos, estas bolsas de grasa extrañamente curvadas y nada más humanamente atractivo que nuestra complicidad con su obsesión.

Las humanidades nos enseñan humanidad. Tras la noche secular del cristianismo, las humanidades nos devolvieron nuestra belleza, nuestra belleza humana. Eso es lo que nos enseñan los griegos, Blanche. Piensa en ello».

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