NO VOLVERÁ
Me desperté a las tres de la mañana y la busqué entre las sombras, pero no estaba. Encendí la luz y oteé la habitación ausente de ella y llena de trastos: mi escritorio estaba lleno de copas y botellas de ginebra medio vacías, papel de periódico y pintura.
Deambulé hasta el armario, lo abrí y saqué la ropa con manos nerviosas. Faltaban cosas, muchas cosas. Me acosté en el suelo a punto de llorar, pero se me abrieron los ojos al notar un olor almizclado. Gateé hasta la cama y me metí debajo. Ahí estaba. La muy estúpida se me había caído del pensamiento y se había escondido, asustada de lo que yo pudiera hacerle. ¡Como si yo fuese peligroso! La cogí entre mis dedos y la acaricié. Era pequeña, pero muy suave. La dejé sobre mi escritorio, saqué mi cuaderno de esbozos y varios lápices. Ya veríamos si me daría para un cuadro. Cogí la bolita de luz y miré a través de ella: una esfera casi vacía con un grano de cristal que recubría una perla.
—Lo siento —le dije, y me la comí.
El cuerpo se me llenó de una luz que me cosquilleaba hasta los dedos de los pies. Ya casi veía el boceto, cada trazo y cada matiz de color, sería un cuadro de tamaño descomunal; no, sería toda una exposición, ya casi escuchaba a los críticos alabarla, pero el cosquilleo terminó. Me bebí de un trago el culo de una botella de ginebra. Grité y grité. Los perros ladraron. Me fui a dormir.
Romano Díaz, Elisenda. «No volverá». 2021. Microcuento.es
“El escritor vive dos veces”, como decía Natalie Goldberg, y yo escribo porque confieso que soy egoísta y quiero exprimir al máximo mi vida y ¿qué mejor manera de hacerlo que escribiendo lo que he experimentado? A veces escribir se convierte en un suicidio emocional si ya es bastante duro atravesar una situación traumática y encima tienes que repetirlo de nuevo a través de la escritura; pero lo que al principio es resistencia, luego se convierte en un suspiro, en un abrazo que te das a ti mismo. La experiencia se transforma y es como cogerte la mano y acompañarte, a través de tus miedos e inseguridades, a un lugar más sereno desde el que poder observar el mundo y a ti mismo para entender lo que sucede.
Los que amamos escribir tenemos que lidiar con la inspiración, pero no es cierto que “no volverá”: mientras sigamos respirando, siempre vuelve. La inspiración está en todas partes, pero para mí se encuentra sobre todo en el día a día: en la luz que entra por una ventana, en los grafitis de las paredes y hasta en la basura. También la sensibilidad juega un papel importante. Confieso que soy un ser sensible y la sensibilidad, por suerte y por desgracia, es un arma de doble filo que te hace vivir con margaritas en el pecho, pero también con espinas. Por supuesto, leer es la base de la escritura, pero también lo es el cine, los cómics, los videojuegos y todas las artes que, aunque parezcan separadas, para mí todas son lo mismo: una forma de expresar los sentimientos. Si tuviera que quedarme con un autor o autora, no podría, pero, claramente, cito a Amélie Nothomb, Marguerite Yourcenar, Oscar Wilde, Federico García Lorca y Marian Engel. Son tantos los escritores que me han marcado que tendría que dedicar una página a cada uno de ellos y ya este sentimiento de desazón es suficiente para volverme hacia el folio en blanco y escribir, porque yo me encuentro escribiendo y aunque sea un deporte extremo para los sentimientos, solo escribiendo “me soy”. Es por esto que siempre recomiendo a todos los seres sensibles escribirse y permitirse contar su propia historia.