Escultura del artista Octavio del Toro González

Trióxido de Hierro

2021
Técnica mixta, material reciclado.
58 x 27 x 16 cm.

Escultura del artistas Octavio del Toro González

Óxido Áurico

2021
Técnica mixta, material reciclado.
50 x 33 x 10 cm.

Escultura de Octavio del Toro González

Óxido Perclórico

2021
Técnica mixta, material reciclado.
56 x 28 x 11 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Dióxido de Silicio

2021
Técnica mixta, material reciclado.
59 x 30 x 14 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Pentaóxido de Dibromo

2021
Técnica mixta, material reciclado.
64 x 31 x 9 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Óxido Anfotérico 

2021
Técnica mixta, material reciclado.
74 x 40 x 14 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Óxido Clórico

2021
Técnica mixta, material reciclado.
55 x 28 x 12 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Óxido Plúmbico

2021
Técnica mixta, material reciclado.
78 x 38 x 17 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Dióxido de Antimonio

2021
Técnica mixta, material reciclado.
55 x 28 x 12 cm.

Escultura del artista Octavio del Toro González

Oxido Telúrico

2021
Técnica mixta, material reciclado.
55 x 28 x 12 cm.

El Hombre Oxidado

Cicatrices, herrumbrosas costuras de la piel. Secuelas de un hombre reciclado, forzado a la reconstrucción para poder revivir.

Un hombre fragmentado en mil pedazos, desmadejado, roto y despojado de su alma. La fatal consecuencia de una historia oscura que no debe ser contada jamás.

No obstante, es precisamente de esa historia de donde surge la luz, la fuerza necesaria para recomponerse, de donde nace la energía imprescindible para reordenar los pedazos, encajar la maquinaria y extirpar el óxido, coser la piel para fortalecer y proteger el valioso interior que, con el tiempo, se convertirá también en fuente de luz.

Se ha transformado en un hombre más fuerte merced a las costuras, a las cicatrices, a las manchas ferrujientas que le pigmentan la piel, a las arrugas que la surcan, frutos, ni más ni menos, de la vida misma. Un hombre que ha aprendido a observar en lugar de mirar, un hombre que mantiene los labios cerrados hasta que es el momento de abrirlos.

Un hombre reciclado y renacido, con indelebles migajas de óxido, que guardará para sí y para siempre, un mínimo de oscuridad.

  Jorge Henríquez González