Desencuentro I (Josephine B.)
en la noche
de la pantera
el plumaje del verano
son músculos deshojados
encarándose al espejo
tienes ojos de amante dócil
y piel de combatiente
las sábanas atropellan sus rugidos
látigos de sur
en bocas de hambre
ella acaricia una luna que se encamina
él naufraga
hacia la noche
besos compartidos en los colmillos
sangre de almohadas transparentes
pinta dos pasaportes vacíos
idioma sin dibujos
que no existe
solos en una selva que los adentra
que te adentra
que me adentra
Desencuentro II (Emil C.)
no temo
la ira de dios
solo el contagio de dios
Desencuentro III (César V.)
Su cadáver estaba lleno de mundo
César Vallejo
el milagro
dentro de una cafetería
es este almuerzo parisino
dice
y supone que la vida
duele un poco menos
pero siempre morirá
hacia todos lados
las horas de luz
de los domingos
el frío que cristaliza la conversación
¿qué escribir?
¿qué pintar?
el recuerdo
revisa los espejos y las caricias
adormece
noches olvidadas
al amanecer
ni tú ni yo regresaremos
dice
París es una breve insinuación
muralla de voces y desorden
memoria
vacía
que quiere exterminarnos
Pineda, Octavio. ¿Qué piensa el león del horizonte? Madrid: Salto de página, 2017.
Óscar Domínguez fue un auténtico surrealista, y lo sabemos no solo por su obra plástica, sino por la descripción que nos presentaran Maud Bonneaud y Ernesto Sabato, con quien reflexionó sobre el arte y el tiempo en el París de entreguerras. Pero lo que no ha trascendido es que encarnaba también a un ser profundamente extraterritorial. Al autor desarraigado que convierte lo monocromático del existir en un solo espacio, en una auténtica sinfonía de colores y matices. Algo que nos dota de una mirada «contrapuntística», como defiende Edward Said, permitiéndonos captar una realidad más amplia, una perspectiva más compleja y de mayor extensión.
Bien es cierto que la extranjería del pintor canario tuvo diferentes fases, de entre las cuales destacaría su etapa de apátrida, tras perder, con la llegada de Franco a España, el pasaporte español. Algo que le ocurrió también a muchos de aquellos artistas que habían decidido vivir en Francia en aquellos años.
En los tres textos poéticos presentados, incluidos en ¿Qué piensa el león del horizonte? Decalcomanías y otros poemas (2016), partí de un objetivo predeterminado: reflejar el sentir del desarraigo a través de las conversaciones, los «desencuentros» (a priori ficticios, puesto que no hay datos de los mismos), con otros expatriados contemporáneos en París: Josephine baker, Emil Cioran y César Vallejo. Tres figuras del arte y de la literatura que vivieron su estar, lejos del ser geográfico. Tres figuras para quienes los excesos, tanto físicos como verbales, los situaron en la cúspide del arte mundial, y donde se debería ubicar también a aquel «auténtico surrealista» nacido en Canarias.